Miércoles 14 de octubre, 14:30 Hrs. Tiempo de Sonora.-

Les escribo desde el cielo, cerca del sol, arriba de un Embraer145. Para cuando ustedes lean esto yo estaré en Tlaquepaque, en la reunión que convocan las principales universidades con programas de gestión cultural en México.
Les saludo desde el pasado, ahora en el presente, pensando en el futuro. Tengo unos problemas importantes que compartir antes de entrar en la charla: Porque este avión de Aeroméxico no trae WIFI? Apagué la luz de la sala de mi casa? Porque no doy una en mi vida amorosa? Por qué empecé a ir con la nutrióloga en el mes mas estresante de mi año laboral?… Y entonces llego aquí a una reunión nacional de gestión cultural donde lo que más encuentras son más preguntas. El señor del lado del pasillo en el avión duerme plácidamente. Yo escribo y muero de sed.

Podré pedir dos vasitos de agua? Olvidé poner música en mi teléfono y este avión no trae WIFI por Dios. Afortunadamente tengo algo guardado en esta laptop que para colmo no es mía. Suena Eros Ramazotti.

Estoy atravesando una crisis un poco extraña, con aquello de que estoy tomando terapia traigo las sensaciones a flor de piel. Vengo al encuentro no con el hambre de años atrás, como lo hacia cuando era una estudiante de 18, hambrienta por absorber todo, con la mente pensando que llegaría el momento en el que tener una maestría y experiencia en el campo me daría el trofeo de experta. Sigo hambrienta por absorber, pero ahora en lugar de adrenalina siento miedo.

Miedo por la política, miedo por las pasiones de las personas, miedo por los recursos, por los presupuestos. Estoy cansada. Estoy preocupada. Querida Tití, con la pena doctora pero voy a abrir la bolsa de los cacahuates. Es que cuando estoy nerviosa como. Cuando viajo me dan nervios. Olvidé tomar mi pastilla del mareo y me siento un poco rara. Pienso también en que tengo que comprarme una laptop.

En las últimas semanas he estado platicando con el maestro Ángel Mestres, un gran gestor y mi maestro en Barcelona. Escucharlo ha sido maravilloso e inspirador. Estoy por entrar a una etapa de mi carrera la cual anhelaba de estudiante, ahora no estoy tan segura.

Avanzar en la gestión cultural al menos para mí, implica desnudarte y exponer tus fortalezas y por supuesto tus debilidades, tus carencias y todo lo que no sabes. Sobre todo, he pensado en como he criticado una y otra vez a mis colegas, a mi entorno… como sin reparo he soltado mi voz desde la visceralidad, desde las ganas de querer que lo que vivimos sea perfecto. Me da miedo avanzar.

La gestión cultural no es tan fácil. No tengo ni la mitad del bagaje que los grandes intelectuales, los académicos y ni la mitad del camino recorrido de los grandes activistas del ámbito. Debería mejor acotarme a lo que sé. Para que arriesgarme? Todo mundo va a criticar lo que hago así como yo critico lo que ellos hacen. Es que cuando conoces los riesgos, te da más miedo.

Cuando fué que perdí mi traje de batalla? En que momento me convertí de ser la loca rebelde que buscaba innovar a una diplomática sistematizada guardiana de los recursos, los tiempos y las maneras?

Yo no iba a venir al encuentro. En último momento pude hacerlo con ayuda. Y vengo temerosa, como quien hace una cita a ciegas, no sabiendo si el tipo te va a gustar o le vas a gustar, si platicarán de cosas interesantes, si sentirás las mariposas, si tal vez sea el indicado para ti… O tal vez sea más adecuado comparar mi viaje con una cita de un ex. Voy a la reunión temiendo verme a mi misma reflejada en algo que ya se movió de lugar, con la nostalgia y las mariposas de  la melancolía y la desolación de saber que por más que ambos intenten, no hay futuro para ninguno. No de la forma que se desea. Si seguirán juntos, será de nuevas formas y otra manera de acompañarse. Sabiendo que las decisiones que se tomen, construyen la historia personal de más de uno.

El encuentro me tiene tensa. Llego a Tlaquepaque… veo las miradas y escucho las voces de jóvenes hambrientos por absorber todo. Por cuestionar todo. Por obtener todo. No tienen miedo.

Me siento detrás de ellos, en una esquina, callada, observándolos. Intentando configurar de nuevo mi programación de la etapa en mi vida cuando yo creía que lo podía todo y que lo alcanzaría todo. Aquí no hay miedo. Aquí hay gestores culturales. Y yo soy una gestora cultural también. No hay miedo.


  
  
  
  
  
  
  
  
  
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