Junto con nuestro primer sorbo de oxígeno se nos es dado un programa de alertas, el cuál se manifiesta en periodos importantes de nuestra vida y/o por contingencias ambientales que detonan comportamientos en nosotros. El programa se activa por estímulos, por señales, que dan pie a la acción, movimiento. Este programa no tienes que pensarlo, es automático, está registrado en nuestro cerebro y permite que tengamos respuestas acordes a las condiciones en las cuales es necesario.  

Pienso que las mujeres hemos estado alterando nuestro propio programa de alertas debido a muchas cosas. Pienso que hay momentos para enfrentar el miedo, pero también hay momentos para huir. Huir no significa debilidad o agachar la cabeza, simplemente es huir. Huir del depredador, de la tormenta, del frío, del incendio. Buscar agua para no morir de sed, comer para seguir caminando. Nuestro organismo, nuestro cerebro tiene todas las respuestas para protegernos y mantenernos seguras, sin embargo, como cualquier gran computadora, nuestro cerebro también puede ser víctima de hackeos, y lamentablemente, en ocasiones, nos cuesta trabajo distinguir y aceptar que necesitamos reprogramarnos. 

Cuando nuestro cuerpo se ve atacado por una enfermedad o algún desequilibrio, el organismo inicia un protocolo de protección increíble. Uno de los más identificados es la fiebre. El cuerpo detecta que algo no anda bien y sube la temperatura del cuerpo para neutralizar la amenaza. Esa defensa no nos viene gratuita. Nos sentimos mal, caemos en cama, nos duele, sudamos, nos da frío, hay señales. Señales que se vuelven visibles para poder tomar acciones. Por que a veces, la mayor bendición es poder ver las señales. 

Hemos perdido nuestra conexión con nuestros instintos y mecanismos de defensa, automedicándonos, autoconvenciéndonos. Autoengañándonos. Hemos callado poco a poco las voces internas que nos fueron dadas al respirar por primera vez para ser nuestras aliadas y nuestras campanas de alerta. 

Existen mujeres que son víctimas sin haber tenido la oportunidad de reaccionar, y otras, que omitieron las señales que se les fueron dadas. Sin hacer diferencia, todas víctimas, nunca mereciendo lo que les pasó, porque nadie merece la violencia. 

Pero si de algo puede servir, es importante recordar que contamos con ese sistema de alertas, simplemente hay que volver a conectarnos con él y darle oportunidad que estalle. No lo neguemos, no lo callemos, reencontrémonos con nuestro programa de defensa. 

El pasado mes de abril, tomé un taller de crónica con el maestro Ernesto Lumbreras en la Feria del Libro de ITSON. El maestro pidió que nos llevaran a los callejones de la ciudad, para buscar historias. Me senté en una banqueta del callejón temático de la mujer, frente a un buzón. En mi bolsa, cerca de mi computadora, había guardado una hoja que mostraba el CV del maestro, porque me había tocado presentarlo frente al grupo para arrancar el taller el día anterior. Saqué el papel y al reverso escribí lo siguiente, carta que dejé en el buzón de ese callejón, esperando que tal vez alguien, lo leyera en algún momento: 

A quién corresponda.- 

También he sentido miedo,

También he sentido dolor,

También me sentido sola. 

He llorado, he gritado, 

He sentido rabia. 

También he creído que nada vale la pena. 

Existe una fuerza que supera tus fuerzas, 

La única fuerza que te puede sostener 

cuando sientes que ya no puedes más: 

el instinto de sobrevivir. Tu instinto. 

Ese instinto te fue dado al nacer 

Y nadie puede arrebatártelo. 

Conecta con él, invócalo, llámalo. 

Ordénale que se manifieste. 

No estás sola. 

-9 de abril de 2019. 

Ciudad Obregón, Sonora. 

A continuación fotos de Callejón de la Mujer en Cajeme:

Erika Tamaura Sin categoría

One Comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *