“Había una vez un error, tan ridículo tan pequeño
que nadie lo habría advertido (…)
Todo cuanto inventó no era ni tan ridículo ni tan pequeño,
pero desde luego era un error. Acaso podría ser de otro modo.”
-V. Popa
Detrás de tu espalda perfecta
yo
sentada
floreciendo
mi corazón palpitando como un puño
resonando
como golpe en una puerta de metal
grave
seco
eléctrico
un relámpago
un temblor
un corazón enamorado
mi corazón
mi temblor
mi puerta.
Mi obsesión fingida de ilusión
porque las niñas no deben sentir deseo
fingida de inocencia
con mis ganas contenidas
y mi respiración cerca de tus labios,
abierta, a merced
suplicante, interrumpida.
Existen cosas
que no deberían sucederle nunca
a ninguna adolescente
por ejemplo,
un amor platónico
con espalda perfecta
mirada perfecta
olor perfecto
sonrisa perfecta.
No, esas cosas no deberían suceder
a menos que fuese una historia con final feliz
que dijera algo más o menos así:
“¿recuerdas cuando yo tenía dieciséis años y me enamoré de ti?
y ahora aquí, después de todo, juntos,
cenando un sandwich,
esperando que acabe la lavadora,
peleando por política y feminismo antes de dormir…”
La vida es un oráculo cruel
de esos que permiten
que una niña se enamore
en una edad dónde cree que los príncipes
tienen espalda perfecta
mirada perfecta
cabello perfecto
sonrisa perfecta.
Nunca he tenido suerte para el amor
Pero enamorarme de ti a los dieciséis
ha sido de todos,
el más cruel
y despiadado error
que ha dado sentido a mi vida
desde aquella noche
que tu beso injusto
y eterno
sin tregua
grave
perfecto
abrió un abismo interminable
entre tu piel y la mía.
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