La rutina.

Soy la que se levanta a medianoche. Todas las noches. Tomo Magnesio antes de dormir y unas pastillas de melatonina con varas otras cosas que supuestamente ayudan a relajar el alma: manzanilla, lavanda, valeriana… en vano. Desde que nació mi hijo ya no hay noches completas para mi.

La química de mi cuerpo se activa a las 5:40 am. La alarma de mi marido suena 6 am. Agua fría en el rostro y una mini-rutina de un suerito por aquí, una cremita hidratante por allá… ninguna marca cara, más bien replicas de Walmart. Ya veremos cambiar repertorio cerca de los cincuentas.

Mi hijo sale de casa a las 6:15 am. Lo despido mientras hago mi lunch y pongo café descafeinado para mi esposo. Yo intenté tomarlo así y de plano no pude. Me hago mi thermito aparte de Folgers clásico rojo en la Keürig. Cuando de plano lo necesito mucho paso por Starbucks Iced Brown Sugar Shaken Espresso. Y cuando es muy necesario le agrego Salted Caramel Cold Foam. Una vez una barista me lo preparó así en mi cumpleaños.

No desayuno. Nunca me ha dado hambre por las mañanas. Pero a las 8 am ya me está sonando el estómago, pero es muy tarde: ya estoy dando clases.

Mi bolsa de lunch parece bulto de aeropuerto: por si se me antoja esto al rato, por si quiero, por si dulce, por si salado… soy una cobarde con el hambre. Pero últimamente me he estado mentalizando sobre que está bien esperar. Está bien sentir hambre.

Salgo de casa con dos teléfonos celulares, dos laptops y un iPad. De ese tamaño el apego. Un Iphone con número de México para continuar mi vida fiscal allá y un número de Texas, porque pues aquí vivo. Una computadora es la que uso para dar clases, con miles de candados y beneficios para mi cuenta de correo de maestra de Middle School; la otra laptop, mi mini Macbook Air que compré en oferta en SAMS Club en 2015 en Obregón que cuenta con teclado en español para mi vida personal, mis columnas, mis correos, etc.

El Ipad… el Ipad es para jugar, para poner Gilmore Girls cuando necesito y calificar tareas.

Salgo de la casa y pongo música, a veces podcasts, o astrología, el programa Así las Cosas con Warketin y Risco o a veces silencio. Por lo general llego 7:10 a la escuela y saludo a mi vecina de salón, Mrs. Rivera, la otra maestra de español. Ella es de El Salvador. Entro a mi salón y me encanta. Me siento feliz del espacio que he logrado. Además tengo una ventana que da a la calle con un árbol. Prendo luces y lámparas, conecto mi equipo y me sirvo café. A las 7:35 ya inician a llegar mis alumnos del primer periodo.

Salgo del trabajo casi siempre un poquito antes de las 4 pm. Pongo noticias, mientras checo con mi marido si falta algo en la casa para cenar y llegar al súper. Él cocina. Es muy bueno cocinando. Yo lavo los platos.

Después de cenar hay que descansar. Una película, una serie, un partido de futbol, un juego de mesa. Ya son las 7 pm. Dejo limpia la cocina porque mi abuela decía que no había nada mejor que tomarse el café en la mañana con la cocina limpia.

Me baño con agua tibia para relajar el cuerpo. A veces estiro con un poco de Yoga, veo TikToks, la crema réplica de noche y me tomo mi magnesio.

A veces los martes son de cine.

Los miércoles tenemos tradición de cena familiar com todos los hijos (4).

Los fines de semana a veces salgo a un bar, a un evento, a un concierto, entrevisto a alguien, a veces escribo, intento hacer proyectos, a veces tomo siestas de 17 horas cuando estoy muy exhausta y mi cuerpo necesita resetearse.

A veces la rutina me cae como un bloque de cemento en la espalda y a veces me parece la cosa más hermosa y afortunada que tengo.