El asunto de borrar los recuerdos.

“Todo el amor en una copa
ancha como la tierra, todo
el amor con estrellas y espinas
te di, pero anduviste
con pies pequeños, con tacones sucios
sobre el fuego, apagándolo.

Ay gran amor, pequeña amada!

No me detuve en la lucha.
No dejé de marchar hacia la vida,
hacia la paz, hacia el pan para todos,
pero te alcé en mis brazos
y te clavé a mis besos y te miré como jamás
volverán a mirarte ojos humanos.

Ay gran amor, pequeña amada!

Entonces no mediste mi estatura,
y al hombre que para ti apartó
la sangre, el trigo, el agua
confundiste
con el pequeño insecto que te cayó en la falda.

Ay gran amor, pequeña amada!

No esperes que te mire en la distancia
hacia atrás, permanece
con lo que te dejé, pasea
con mi fotografía traicionada,
yo seguiré marchando,
abriendo anchos caminos contra la sombra, haciendo
suave la tierra, repartiendo
la estrella para los que vienen.

Quédate en el camino.
Ha llegado la noche para ti.
Tal vez de madrugada nos veremos de nuevo.

Ay gran amor, pequeña amada!”

-El Olvido, de Neruda.

Saben? No me arrepiento de mis recuerdos que he borrado a mano firme, triste y nostálgica, a sabiendas que no los deseo como fantasmas recurrentes… Más bien me arrepiento sin embargo, de haber borrado cuando no deseaba hacerlo, pensando en que eso significaba algo al amor, a la entrega y al compromiso.

Mi lección después del olvido obligado es que los recuerdos son de uno, y nadie debe influir en nuestros hilos de memoria… Ni todo el amor, ni todo el olvido.


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