Puede parecer tan ajeno como si nunca hubiera ocurrido. Cuando terminas una relación, estas cosas pueden sentirse comunes.
De repente, piensas que todo fue un sueño. Realmente sucedió? Lo inventé?… Por supuesto la distancia se encarga de esa parte.
Me compré un anillo. Que dice “Love”. Decidí que me lo pondría para recordarme que el amor lo traigo puesto. Que no depende de lo que otros me den o me quiten. Sino que yo lo traigo conmigo.
En mi frontera de esta noche, existe esta línea imaginaria, donde piso y cruzo como agotada, como perdida, como segura de lo que deseo pero aún no tengo… Me pregunto si lo soñé… Y si los sueños se borran o vuelven como insomnio a mitad del camino.
Lo que más me hace pensar, es la manera como uno diseña fronteras, para todo. Como una persona puede rechazar el amor, cuando estuvo delante de tí alguien dispuesto a dejar todo y cruzar la frontera con los ojos cerrados, por amor.
Hay una frontera imaginaria entre el botón enviar y y el botón en forma de flecha con una “x” para borrar en el whatsapp.
Hay fronteras enormes, que se marcan con un gesto o con una palabra.
Hay fronteras claras como la edad, la cultura, los países… Eso dicen.
Sin embargo, crecí aferrada con el estatuto de que el amor todo lo podía, todo lo creía, todo lo soportaba y todo lo esperaba.
Por que entonces hay personas que temen cruzar esas fronteras? Ahora me estoy volviendo una de ellas, espero se me pase pronto porque realmente extraño mi forma de ser.
La única respuesta que me cabe en la cabeza, es que hay fronteras que merecen mejor no ser cruzadas. Por que la mente y el corazón son diferentes. Y para cruzar, dicen que la mente es limitada, que puede pararte en seco con miedos y precauciones… sin embargo, si expones el corazón, entero, en el puño de la mano, expuesto, latiendo, las fronteras parecen trampolines que te llevan a nuevos universos y latitudes.
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