Los regresos no son fáciles… pero si felices.

He tenido problemas con mi teléfono. Uf! Empezando desde la última actualización del IOS, pasando por que la pantalla ya está un poco dislocada y puedes ver la luz que está debajo de ella hasta vivir en carne propia que TELCEL le dé tu número el cual pagaste por casi diez años por tres meses de retraso a otra persona sin decir agua va. Me sentí como Carrie Bradshaw. Totalmente.

Mi última entrada fue el 9 de septiembre. Ah caray, pues solo hace un mes y días, pero para mí parece como medio año.

No ha sido la falta de tiempo. Creo más bien que es que estaba cansada. Y en ese cansancio, el cual ya estaba transformado en un círculo negativo de búsquedas por horizontes, sucede que mi vida ha comenzado a hacer las paces: un reencuentro conmigo misma y el espejo, una llamada que no esperaba, un viaje que estuve a punto de cancelar, avisos de deudas que están por terminar de pagarse y otro viaje que terminó por aclararme las ideas me tenían alejada de escribir, pero no por falta de tiempo repito, yo creo más bien que era el querer esperar a poder tener el valor de hacerlo.

Uno siempre se escuda: “no tengo tiempo, estoy cansada, no sirve mi teléfono, quiero hacerlo con una copa de vino…” Pero más bien, aquí, en mi caso que les cuento, creo que estoy en la fase del “asentamiento” y “toma de conciencia”. Se escucha retebonito oiga.

Este año aceleró su pulso para mí al mudarme nuevamente, luego bajó, luego despegó como si me estuvieran persiguiendo y al final, con noches seguidas de taquicardias, comprendí que todo vibra obedeciendo a tu mente. Siento que estoy en una etapa donde he perdido parte de la ignorancia, esa cosa que te da el comodín para decir: “es que yo no sabía”… Entro a una fase donde creo que he descubierto un código que sólo tienen algunas personas y que usan de manera ultrasecreta… Creo que le dicen madurez.

Todo esto para decirles que ya volví.

Me daba miedo volver. Más bien: pánico.

Regresar puede costar trabajo, sobre todo cuando sabes que eso implica compromisos, pero también, la felicidad de estar donde uno debe de estar es maravillosa. Así que uno decide regresar. Y cuando lo haces, siempre quieres que sea mejor que antes.

Los regresos siempre son merecedores de al menos, una copa de vino.

Meta a corto plazo: administración del tiempo y selección de prioridades. Criterios: cosas que contribuyan a momentos felices y disfrutables.

Nada sencillo, al menos no para una dramática extremista como yo.

Estoy feliz de estar de vuelta.

Besos,
Erika.

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