Era nuestro evento de menor complejidad técnica y logística, comparado con los demás del programa.
Llegué tarde…. trabajo de escritorio.
Me senté en primera fila cerca de Rosalba, por si se le volvía a acabar la pila, para prestarle mi bateria recargable y que no cortara transmisión en vivo. Además quería grabar video para mi archivo personal.
Bajé mi mochila, metí la mano y saqué mi cámara de video. Sonia se levantó de la mecedora y fue a la laptop. Hablaba de Camila.
Abrí la tapa de mi cámara de video para iniciar a grabar.
Sonia dijo en escena -Me estoy sintiendo mal… –
Y ví de reojo que Abigail bajó la camara de video.
-Me siento muy mal, me duele la cabeza… – Insistió Sonia.
Y observé que Amaris bajó la cámara de fotografía.
-Marely- gritó Sonia a cómo pudo.
El sonido de las butacas del comité de organización del festival y del equipo de la Casa de la Cultura golpeó el silencio que había en el recinto. Corrímos. Todos. Miguel era el que estaba más cerca de ella. Subió al escenario y de rodillas la sostuvo en su silla. Los demás abríamos los ojos lo más grande que podíamos como si eso ayudara en algo.
Sergio hacía llamadas y yo no sabía que hacer. Veía a Miguel con Sonia y decidí acercarme con mis manos en el filo del escenario. Yo no sabía que decir o preguntar. El público a mis espaldas estaba inmóvil. Se acercaron Paty, Álvaro y Marely con Sonia, le preguntaban que sentía. Alguien trajo una botella de agua.
Ví la mano de Sonia buscando sostenerse de algo. Ahí lo supe, esto no era un dolor de cabeza. Me giré y acerqué al público y les dije: creo que tenemos que desalojar el lugar. En 10 segundos las personas se retiraron en silencio y de manera ágil. Sumamente respetuosa. Pedí apagar la iluminación.
Las palabras se cruzaban en el aire: ambulancia, emergencias, doctor… era como si todos hubiéramos olvidado como conectar frases completas. Dommy se subió al escenario y sostuvo la cabeza de Sonia. José Luis llamó a un amigo que era doctor, venía en camino. Carlos corrió por una silla de ruedas a la planta baja de la Casa de la Cultura. Álvaro comenzó a dirigir el camino para poder llevar a Sonia del escenario a la silla de ruedas. Del escenario a la Van, del escenario al hospital. Grace llamó a Abdul. Yo seguía sin saber qué hacer. Se me ocurrió que alguien podría adelantarse al hospital. Avisé que me adelantaría, nadie me escuchó, salvo Grace, todos estaban desplazando a Sonia con movimientos matemáticos.
Me equivoqué de calles, cuando iba llegando le marqué al otro Sergio, al que es doctor y le pregunté por algún nombre por el cual pudiera preguntar en el hospital. Me dijo uno. La mente empezó a responderme. Era el Dr. Alcázar y yo lo conocía.
Mientras me estacionaba, Grace me llamó por teléfono: -Diles la presión y el ritmo cardíaco- como película de drama, en cuanto avisé que venía Sonia en camino, se estacionó detrás de mi la Van para bajarla a la camilla.
Puse mi mochila en el piso de la sala de espera. Le marqué al Dr. Alcázar y le pedí, con la confianza que podía tenerle a alguien que me conocía desde la preparatoria, que me explicara que es lo que yo tenía que hacer, no solo como Erika, sino como Institución. Le pedí que me contara qué es lo que iba a suceder en los próximos momentos y le preguntaba lo que mi estrés me dejaba pensar. Le repetía lo que escuchaba de él como si estuviera solicitando instrucciones para llegar a algún lugar. Paso 1, paso 2, paso 3. Opción 1, opción 2, opción 3.
Me senté en el piso. Le hablé a mi mamá. Le dije lo que estaba pasando. Le colgué. Me marcó de nuevo. Me recitó episodios familiares ya vivídos y me dijo que recordara cual era la mejor opción siempre. Entonces, pude pensar un poco mejor, las palabras de mi mamá me llevaron a marcarle a Marina, para llegar a Mario, mientras procesaba los pasos y opciones de la llamada con el Dr. Alcázar. Era como andar a ciegas, pero yo sentía que tenía que tener respuestas para cuando se necesitaran.
Colgué con Mario, entramos con el especialista Grace y yo. Paty no se alejó en ningún momento de Sonia. Nos explicaron las gráficas y los números con ultimátums. Escuché de nuevo la opción 1, la opción 2 y la opción 3. El equipo de Cultura ITSON llamaba y escribía mensajes queriendo saber que pasaba y en que podían ayudar.
Mientras todos daban vueltas en el mismo lugar, yo, sentada en el piso del hospital escribía por Inbox con Jorge mientras las llamadas de celulares iban y venían. Luego pude hablar con él por teléfono. La última vez que lo ví, pasé con él y con Teatro Línea de Sombra días muy intensos hace años en el Festival de las Artes. Nos seguíamos en Facebook desde entonces. Conocía mi voz y yo la de él.
Hubo algún momento, en algún minuto, donde existió silencio, y alguién dijo:
-Yo creí que era parte del guión…
Todos lo habíamos creído.
Los momentos siguientes, serán siempre parte de quiénes estuvimos ahí. Una pequeña comunidad que lo único que deseaba era saber que en cualquier momento nos pudieran haber dicho: -Todo está bien, pueden llevarla a casa- Paty le pidó a Ramsés que se quedara y la acompañara. Ramsés estuvo toda la noche ahí.
Esa noche le pertenece a Paty y a Jorge. Nosotros, solamente estábamos ahí.
Y entre todo mi caos mental: Neto. Por que cuando no podía pensar, solo pude atinar en marcarle y ponerlo en mi oído derecho para pedirle que me guiára con paciencia, palabra por palabra, lo cual fue fundamental para que yo pudiera hacer mi parte y apoyar a Grace y que se lograra lo necesario para Sonia por parte de ITSON. Gracias Neto.
Hoy, estamos a distancia de una noche de anoche. Pero mi cabeza me sigue doliendo igual que ayer, mi frente sigue prensada y tengo piquetes en mi espalda alta. El nombre de Sonia León está frente a mis ojos, aunque los cierre.
Estoy agotada, a veces me quedo dormida con el dedo en la pantalla del teléfono o aquí mismo mientras les escribo, veo las publicaciones de los medios de comunicación y de personas de Hermosillo sobre la noche de anoche. Cualquier línea, cualquier párrafo descriptivo sobre eso, se siente como si me estuvieran hablando en un lenguaje extranjero. No entiendo nada de lo que dicen. Solo escucho el sonido de las butacas y el peso de los zapatos corriendo en un auditorio en silencio cuando Sonia gritó ¨Marely¨.
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