Nokta, Hablemos de Cultura es una columna cultural semanal y se publica todos los domingos en Tribuna del Yaqui

En la salida del sol del 21 de marzo suceden varias cosas, porque me imagino que todo quiere ocurrir en el solsticio que abre la primavera. Una de las que más me gustan de todas, es celebrar el Día Mundial de la Poesía.

Este año, más que poesía, habrá antipoesía en el ambiente. Y como no, si todos hablaremos de Nicanor Parra. Recuerdo perfectamente que yo estaba en la gasolinera de Álamos, en el Festival Alfonso Ortíz Tirado (FAOT), esperando a Mónica Hammeken a que consiguiera un cable para su teléfono… y mientras ella regresaba abrí Twitter y ví la noticia: Había muerto. El antipoeta había muerto. Lloré por Nicanor. No con una tristeza de quién pierde a un ser querido, sino con la melancolía de sabernos finitos, de que el tiempo aprieta y que uno es un suspiro. Si ese dragón que cruzó las aguas de los 100 años de vida había partido, ¿qué nos resta entonces a cualquier mortal que, cuando apenas y somos violentados por el aire que mueve las hojas de los árboles nos deshacemos?

Tomaré partes de un texto de Javier Rodríguez Marcos de El País para intentar dibujar, lo que se sentirá en el ambiente el próximo 21 de marzo, cuando todos recordemos que Nicanor ya no está.

Todos los días muere algún poeta. Los antipoetas, sin embargo, mueren una vez por siglo. O por era geológica. La razón es sencilla: poetas siempre ha habido y habrá; antipoetas solo ha habido uno, Nicanor Parra.

El Parra antipoeta era una piedra seca de prosaísmo anglosajón en el verboso estanque afrancesado de la poesía hispana. No en vano, entre 1949 y 1951 había estudiado cosmología en Oxford después de especializarse en Mecánica Avanzada en la Universidad de Brown. Licenciado en Física y Exactas, durante 30 años fue profesor de Física en la escuela de ingenieros de la Universidad de Chile y en 1973, año del golpe de Pinochet, engrosó el mítico Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Matemáticas.

Científico disfrazado de poeta, poeta disfrazado de loco, Nicanor Parra fue también un escritor disfrazado de artista plástico desde que en 1972 publicó Artefactos, una chispeante colección de poemas visuales que lo emparentan con autores como el escocés Ian Hamilton Finlay, el belga Marcel Mariën o el catalán Joan Brossa.”

Amigos, la poesía es todo menos algo cursi. En algún caso, la antipoesía es una revolución para todos aquellos que a la sombra de Nicanor, intentarán en vano, escribir desde la fuerza volcánica que sólo el podía. Feliz domingo, feliz puente, feliz primavera.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *