Debajo de la luna una promesa,
con palabras que no se dicen,
tropezadas de ansias,
vertidas una hora antes del amanecer,
como si fuera importante la hora,
la cita, la geografía y la gravedad.
La luna estaba menguante,
con la luz solo en su parte izquierda,
encontrando al oeste, el sol.
Dicen que en luna menguante
hay que romper ataduras,
que la claridad disminuye,
y que hay que limpiar y purificar.
Dicen que en luna gibosa,
es tiempo para terminar
todo aquello que no deseas continuar
sin hacer daño a nada, ni a nadie.
Tiempo para arreglar conflictos
y tiempo para curar.
Lo que no se dice, se traspasa en suspiros,
en aromas, en pupilas,
en abrazos que van colocando el candado
y que mis dedos terminan por cerrar
por voluntad propia, sin agonía,
incluso feliz.
Por libre albedrío
es que coloco la llave cerca de tu oído
con un beso,
mientras bajo por tu cuello
de puntillas para alcanzarte,
como niña que estira su cuerpo
hacia lo que no puede ver.
Imagino entonces
que las promesas hechas
debajo de la luna menguante
se impregnan de un poco de luz
que aún se alcanza a resguardar
en la parte izquierda,
antes del amanecer.
Antes de irte,
he guardado la luna en tu cabello,
y en tu bolsillo mi promesa
de que estaré aquí,
tuya,
libre,
esperando,
siempre.
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