Debajo de la luna una promesa,

con palabras que no se dicen,

tropezadas de ansias,

vertidas una hora antes del amanecer,

como si fuera importante la hora,

la cita, la geografía y la gravedad.

La luna estaba menguante,

con la luz solo en su parte izquierda,

encontrando al oeste, el sol.

Dicen que en luna menguante

hay que romper ataduras,

que la claridad disminuye,

y que hay que limpiar y purificar.

Dicen que en luna gibosa,

es tiempo para terminar

todo aquello que no deseas continuar

sin hacer daño a nada, ni a nadie.

Tiempo para arreglar conflictos

y tiempo para curar.

Lo que no se dice, se traspasa en suspiros,

en aromas, en pupilas,

en abrazos que van colocando el candado

y que mis dedos terminan por cerrar

por voluntad propia, sin agonía,

incluso feliz.

Por libre albedrío

es que coloco la llave cerca de tu oído

con un beso,

mientras bajo por tu cuello

de puntillas para alcanzarte,

como niña que estira su cuerpo

hacia lo que no puede ver.

Imagino entonces

que las promesas hechas

debajo de la luna menguante

se impregnan de un poco de luz

que aún se alcanza a resguardar

en la parte izquierda,

antes del amanecer.

Antes de irte,

he guardado la luna en tu cabello,

y en tu bolsillo mi promesa

de que estaré aquí,

tuya,

libre,

esperando,

siempre.

Ilumniaciones, Ethel Cooke. Fotografía sin manipulación.

 

Erika Tamaura Ejercicios

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