Había una vez una estudiante universitaria que en su mochila guardaba guiones de musicales, zapatos de danza, un cambio de ropa, notas de sus clases de Mercadotecnia con dibujos, colores, cuadernos con apuntes para estudiar administración, recursos humanos, contables, liderazgo, emprendimiento.. una mujer que junto a esos cuadernos y notas tenía sueños desbocados por cambiar el mundo, por hacer una diferencia, por lograrlo todo, por abarcarlo todo, por consumirse en pro de todo. 

La estudiante fue contratada como asistente de eventos culturales de la universidad en la que estudiaba, como trabajo de medio tiempo a la par de su carrera universitaria. Había una bodega llena de cosas, que se convirtió en su oficina. No le importaba si el sueldo era mucho o poco, si había algún rango para ella o no, lo que importaba era que ella tenía un escritorio (compartido, pero durante el tiempo que le tocaba usarlo era totalmente suyo) y se sentía como si pudiera planear lo más impactante, lo más valioso, lo más novedoso, lo más.

Con el tiempo, su mente y su espíritu se moldearon con cada día, cada mes, cada proyecto, cada reto. Conoció nuevas personas, nuevos lugares, nuevos sueños… y se convirtió en gestora cultural, en maestra, en periodista, en mamá, en esposa. 

A través de ese gran viaje de veinte años, descubrió sus fuerzas y sus momentos más difíciles, conoció el amor, el arte, la muerte de su padre, la lucha de su madre, se conoció sí misma y fincó las amistades más importantes de su vida. 

Durante los últimos diez años, la estudiante se negó a escuchar la voz del destino y se aferró a ese viaje, que ya había llegado a su final. Ahora la invitación era para ir mar adentro hacia el hogar que siempre había pedido, hacia la vida que siempre había soñado y hacía el amor de un hombre bueno, que marcó su adolescencia.  

Al final, la vida siempre te deja elegir, pero no siempre te da segundas oportunidades, o terceras, o cuartas… así que de la mano del amor, la estudiante se desprendió de todo lo que había conocido y querido. La estudiante entregó su escritorio y partió. 

La estudiante que entregó todo,  lo obtuvo todo. La mujer que lo dio todo, recibió todo. 

Con todo mi agradecimiento y cariño a ITSON y a todos los que fueron parte de esta gran huella en mi vida… han marcado para siempre mi historia y tienen un lugar en mi corazón. 

Gracias. 

Erika Tamaura Sin categoría

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