Refracción es una columna semanal para Proyecto Puente, se publica todos los lunes.

39 aún no son 40.

Mis talones empiezan a desarmarse mientras escucho el sonido de la altura. Inmovilizada. Conteniendo la respiración. 

39 aún no son 40.

Mis rodillas sienten el piquete de una aguja que las atraviesa y las une a la roca. Paralizadas. Cierro los ojos y respiro por breves sorbos intermitentes, mientras mi estómago se siente como el ciclo de exprimir de la lavadora. En algún lugar de ese precipicio, una mamá águila arroja sobre las rocas a su cría, porque la única forma de aprender a volar es volando. La cría abre las alas y se eleva. Fuerte y liviana. 

39 aún no son 40.

El ritmo de mi corazón se acelera, cómo cuando me asusto en las noches, cómo cuando estoy en mi asiento en el avión para despegar, cómo cuando comprendo algo que quería entender. El equilibrio se me escapa, la gravedad o el miedo me inclina hacia un costado y mi vientre me regresa al centro. Mis hombros se sienten pesados. Me preocupo. Camino tres pasos hacia atrás. 

39 aún no son 40.

Mis codos se electrocutan como cuando te pegas en el borde de la mesa y mis manos sudan. Frente a mí no hay nada y todo a la vez. Puedo decidir arrojarme y volar, o arrojarme y caer en las rocas. Mi cuello se parece un castillo de fierros cuyas puntas se hunden en mi clavícula y bajan por mi columna. Doy un paso hacia delante. Solo para ver y recordar cómo se ve la nada y el todo. Después de un tiempo, mi cuerpo se adapta al nuevo nivel de oxígeno, a la altura y la presión.

39 aún no son 40.

Me quedó ahí, inmóvil. Mi cabeza ya no me duele, ya no estalla. Mis pulmones se expanden y siento mi cabello en el rostro, mis muslos se insertan en mi eje y los dedos de mi pies se estiran para pisar más firme. Ya no es miedo. Es adrenalina. Es deseo, son ganas, es fe. 

39 aún no son 40.

Doy la media vuelta y camino hacia el lado contrario y al estar lo suficientemente lejos, giro mi torso y siento que mis talones empiezan a desarmarse mientras escucho el sonido de la altura. Tomo un gran trago de aire y mi cuerpo corre hacia el precipicio. Porque la única forma de volar, es volando. 

-9 de diciembre de 2019

Erika Tamaura Sin categoría

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