Cada que podemos, intentamos reunirnos para cenar. Pero esta vez fue muy especial. Hace rato que no veíamos a Denisse, ella que tiene una voz que no la imaginan, maravillosa. Y después de varios años, pudimos estar juntos, en una mesa, platicando, cada quién con puntos clave en su vida. Maru con la noticia de que va a ser mamá, Jan con un tercer hermoso bebé, Denisse irradiando felicidad con su nueva familia, Enrique como siempre dándonos mucho cariño y buena vibra, y yo, con mis dramas personales y agotada de trabajo, cosa que necesito cambiar seriamente.
Esa noche, Jan nos sirvió una deliciosa nieve de pistache. Cosa que se quedó guardada en mi memoria y al día siguiente corrí por una para mi sola.
Otra cosa que fue mística esa noche, y le agradezco enormemente a Jan, fue que bendijo su casa y nos hizo parte de esa energía mientras leíamos partes de un texto que iban más o menos así:
“Cuando entréis en una casa, decid primero: -Paz en esta casa.- Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan.”
Precisamente, esa misma noche, pensé que la nieve de pistache era tan exótica, como la bendición de un hogar.
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