No estuvo planeado. De hecho yo estaba cansada, lista para entrar en pijama, y una cena deliciosa salió esta noche.
Ya había visto el libro entre la pila de los muchos que hay en la mesa, ya lo había hojeado, pero dí con él esta vez de nuevo. Leí un poco más.
Hay una reseña interesante por José Miguel Oviedo en Letras Libres:
“La poeta encarna la gran paradoja amorosa: aunque bien sabe que va a volver a infligirse las mismas heridas de antes, siempre se deja seducir por sus quimeras y promesas, repitiendo así un ciclo tormentoso del que no puede escapar. En un poema, la vemos ceder (o imaginar que cede) a la tentación del encuentro fortuito: “Un hombre me sonríe/ delante de un semáforo,/ yo adelanto mis ojos,/ mejor no digo nada”, y después resignarse a lo inevitable: “a la sorpresa de los amores contrariados,/ no existe dulzura ni esperanza”. Como puede verse por esta cita, su poesía usa un vocabulario que básicamente pertenece al lenguaje de todos los días; la complejidad no está en las palabras mismas, sino en los sutiles sentidos, relaciones y ritmos que logra arrancar de ellas: “Lo que toco/ se desvanece,/ lo que amo/ se estropea./ Mi conflicto con la vida/ es tan agudo/ que, entre amar y matar/ apenas veo la diferencia/ de una letra.”
Entre Miley, Zaz y otros en el playlist del teléfono, cenamos un salmón muy rico, platicamos del amor y los mochomos… del aceite de oliva y del
Clima.
“…en efecto algo salta
siempre voy buscando símiles
efectos paralelos.”
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