Refracción: cultura & atardeceres en Sonora. Una columna para Proyecto Puente.

Dicen que aquí es el desierto. Dicen también que los de Sonora hablamos fuerte como si estuviéramos gritando o enojados. Aquí se come carne asada y machaca, de la mejor. Somos carnívoros con smartphones. Esta es la tierra de Abigael y del tambor de agua. Aquí no hay escondites: el sol quema y muy fuerte. Si subes más al norte encontrarás cobre y un poco de nieve a veces…y si llevas tu visa puedes ir de shopping. También tenemos un acuario, eso dice Jack.

En esta columna hablaremos de cómo pasan los días en Sonora, desde el pulso del arte y la cultura en un desierto que configura los más hermosos atardeceres y espacios para la admiración. La seductora sonora luminosa, así le decía Arteche.

Tengo esta obsesión con los atardeceres en Instagram. Son como un coctél de nostalgia y una mezcla de emociones al acabar el día. Un atardecer puede ser emocionante si has tenido buenas noticias o si estás enamorado; pero, también el atardecer puede ser la rutina de una vida sin cambios, de conformismo, de prisión… un atardecer puede significar el cansancio del día, uno nuestro o ajeno… puede ser un refugio y puede ser libertad.

El atardecer es un cierto intervalo después de la puesta del sol, durante el cual el cielo se presenta iluminado. Se produce porque la luz del sol ilumina las capas altas de la atmósfera. La luz se difunde en todas direcciones por las moléculas del aire, llega al observador e ilumina todo su entorno. Este fenómeno se debe a la refracción atmosférica que hace que el sol (y las estrellas) se vea siempre por encima de su posición real.

La refracción depende de cuatro factores: la altura del astro (que es el factor más importante) la longitud de onda, la temperatura y la presión atmosférica. De ahí que decido que mi columna para esta nueva etapa de Proyecto Puente se llame “Refracción” y tenga que ver con el final del día, del mío y probablemente de ustedes.

Por lo general, me gusta escribir siempre por la mañana o antes de mediodía, cuando estoy fresca, con ánimo, aguda… pero realmente quiero experimentar que pasa cuando uno escribe al final del día, cuando el punto de vista ya está condicionado por diferentes factores. Será una aventura y definitivamente no sé que resultará de eso, pero este es un espacio retador, así que me inquieta de una manera excitante.

El periodismo cultural es una especie de amante de esos misteriosos que me he topado en últimos años y yo me he dejado amar. He descubierto que al final del día, uno se mueve por historias y cosas que se desean narrar. De repente encontrarán diferentes formas en esta columna: poesía, ensayo, cuento, crónica… a veces seremos más técnicos, a veces más románticos…y es que en esta historia hay varios amantes a lo Madame Bovary.

Aquí encontrarán sinceridad. Sinceridad al final del día, en el atardecer, cuando las emociones ya hayan pasado por la montaña rusa del día. Platicaremos sobre las horas que atravesamos en nuestra rutina y les compartiré desde mi agenda personal, en especial la de mi dimensión como gestora cultural, esa la que es un poco intensa, que desata debates, que une energías similares, que declara guerras con las diferencias en ocasiones, que busca la eterna promesa del desarrollo cultural pero desde un punto de vista muy personal. Al final del día, los proyectos que fueron exitosos, o los que quedaron en el camino, ambos, merecen una buena copa de vino al atardecer.

“No hay nada que yo tema menos que a la página en blanco, en realidad creo que me ocurre siempre lo contrario: un sinfín de voces semejante a un enjambre aúllan en mi cabeza contándome mil historias que ellas dicen que merecen se narradas. Como la vida humana es limitada, elegir es perder. Este proceso que comienza con la elección de de la historia que quieres narrar seguirá más tarde con la elección de las palabras, de las frases, de los personajes…si quieres seducir a alguien, tienes que haber sido seducido tú primero”. Con mi mano derecha sobre esta página en el fragmento de “La página en blanco” del libro “Saber Narrar” del Instituto Cervantes, les hago mis fieles votos de que siempre les hablaré de cosas que me seduzcan para intentar entonces, seducirles a ustedes.

No importa la hora en la que ustedes estén leyendoesta columna, para mí siempre será atardecer cuando platique con ustedes: ese momento de mi día en el cual me cuestiono si todo lo que he hecho ha valido la pena, el momento donde mis fuerzas ya han invertido toda su energía y hay cambio de dimensión del día a la noche o a veces, en algunas veces, el atardecer es el momentoexacto donde miro la luz que se difunde en todas lasdirecciones a través del aire que entonces ilumina todo mi entorno y pienso, que este es el lugar y tiempo perfecto que dura solo unos segundos para dar paso a las siguientes horas que esperan turno.

Refracción se publica todos los jueves en Proyecto Puente.


  

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