Leila Guerriero: La voz de trueno. Cuando uno ocupa leer a alguien maravilloso.

Nokta, Hablemos de cultura es una columna semanal que se publica todos los viernes en Tribuna del Yaqui. 
A veces uno necesita voltear a ver a las personas que admira para volver a su centro. 

El día de hoy, estoy bloqueada No sé cómo escribirles. 

Sí tengo un tema que hablar pero no en esta columna. De repente me encuentro en blanco y con el pánico natural que eso provoca recordé a quién leo siempre cuando tengo que equilibrarme o bien, empujarme hacia adelante. 

Quiero compartir a esa persona con ustedes. Soy fan incondicional de Leila Guerriero, a quién recomiendo ampliamente leer y seguir. Leerla no sólo es un alimento para el alma, es un terremoto para el espíritu. 

He buscado algunas reseñas de ella: 

Originaria de Buenos Aires, Argentina, comenzó su carrera periodística en 1991, Leila ha publicado en muchas revistas y diarios internacionales: argentinos, italianos, alemanes, peruanos, colombianos y hasta ucranianos. 

En 2005 publicó el libro Los suicidas del fin del mundo (Tusquets) y en 2009, Frutos Extraños (Aguilar Colombia y Argentina) que, en 2012, publicó Alfaguara en España. En 2013 publicó su tercer libro, Plano americano, en Ediciones Universidad Diego Portales, Chile, una recopilación de veintiún perfiles de personas iberoamericanas relacionadas con el arte y la cultura. Editora para cono sur de la revista Gatopardo y directora de la colección Mirada crónica, de editorial Tusquets argentina, tiene sus propios fanáticos. Los estudiantes de periodismo la miran embelesados. 

Su más reciente columna en el periódico El País, la comparto con ustedes hoy, sobre el desvelo: 

“Yo siempre puedo dormir, pero hoy no puedo. Así que he salido del cuarto y ahora escribo, en mi estudio, mientras la ciudad, al otro lado, permanece galvanizada de indiferencia ante los que no podemos dormir, los atiborrados de angustia, los suicidas, los enfermos, los locos y los solos. Yo no estoy atiborrada de angustia, ni pienso en suicidarme, ni estoy enferma, ni —creo— loca, y sobre todo no estoy sola. Apenas me ha despertado un sueño maligno. Hubo años en los que atesoraba mis pesadillas. Eran pequeños cofres de horror que contemplaba cada tanto con regocijo. No las llevaba, como ahora, al analista, como quien lleva un feto ya descuartizado y por descuartizar. 

Son las cuatro de la madrugada, hace un poco de frío, nada se mueve ahí afuera. Cuando era chica, en noches quietas de invierno, me gustaba pensar en El Eternauta, la historieta en la que Buenos Aires amanece sumida bajo una nevada venenosa que mata a muchos y obliga a tantos otros a quedarse en sus casas. Fantaseaba con quedar atrapada, mi familia y yo, en nuestra casa cómoda y segura, nuestro nido de luz. Ya no quedan nidos de luz. Ni quedan nidos. 

No estoy triste. Es sólo que quisiera, a veces, acallar ese ruido continuo dentro de mi cabeza de dragón. Ese murmullo que no cesa. Quizás les pasa: un tironeo, una tensión que viene desde todas partes: el pasado, el futuro. Las preguntas por lo que vendrá. Porque ¿qué vendrá? ¿Estará allí siempre todo lo que está allí ahora? ¿Qué, de todo esto, será pantano, recuerdo, gajo desvaído de lo que alguna vez fue? Todos los desvelos vienen de no saber y de querer saberlo todo.

Recuerdo ese poema de Louise Glück: “En una época, / sólo la certeza me daba / alegría. Imagínense… / la certeza, una cosa muerta”. Esa cosa muerta, malditamente necesaria.” 

…¿Ven porqué Leila es una de mis escritoras favoritas? Cuando la leo, me motivo tanto y entonces mis temores desaparecen. Sé que hay alguien ahí afuera que puede provocarme como Leila. Y eso es sumamente afortunado. Espero que la adopten también como suya. Les deseo un lindo fin de semana. Mando besos.


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