Refracción es una columna sobre periodismo, cultura y atardeceres en Sonora y se publica todos los jueves en Proyecto Puente. 

 

Los regalos normalmente destruyen el valor,

en el sentido de que quien lo regaló tuvo que pagar más

para comprar el regalo que quien lo recibe jamás hubiera estado dispuesto a gastar por él.

– Joel Waldfogel, “Scroogenomics”.

 

Por alguna razón, nunca he podido hacerme la disciplina de obsequiar detalles. Probablemente tenga algo que ver con mi egoísmo, con mi falta de tacto o con mi alter ego anti social. No lo sé. Pero cuando me regalan algo a mí, pienso en que lindo gesto de esa persona que se tomó el tiempo de pensarme y tomarse el tiempo para seleccionar algo parar mí.

Por ejemplo, en mi cumpleaños, una hermosa amiga me envío una taza de café con una frase que resumen parte de las charlas que hemos tenido alguna vez entre copas y cenas. Ese detalle me encantó y me hizo sentir que estaba conmigo a la distancia. Una vez mi papá, después de un largo viaje, me regaló una cuadro de madera que decía –eres la mejor hija del mundo- y yo, como no era la Barbie que quería, fingí una sonrisa lo abracé y le grité un gracias digno de un Oscar.

Creo que regalar, implica un esfuerzo no sólo económico, si no de comprensión y complicidad. La amiga de una amiga se quejó porque le regalaron una crema corporal. De esas elegantes con aroma y letras doradas como de invitación de boda, ustedes saben esas que se llaman con nombre de mujer la marca pues. Una vez gasté, 1,500 pesos en alguien que ni cuenta se dio que el regalo era de mi parte.

Quiero recomendarles el siguiente artículo en El Economista: Guía de regalos de economistas para navidad. Hay una frase de un psicólogo ahí que comenta: “dar regalos, es económicamente ineficiente pero socialmente eficiente”.

Mi hijo de pequeño, tomó la costumbre de regalar para los que estábamos en casa en navidad, cosas que había por ahí: reciclaba juguetes viejos, o tomaba algunas cajas de zapatos y les ponía color encima, hacía dibujitos o construía cosas que no sabíamos que eran, amarrados con listones que encontraba tirados por ahí. Y los daba. Los daba con amor con esa mirada de lo que significa obsequiar algo por el simple hecho de dar un regalo. Una vez, tomó su juguete favorito y me lo obsequió una mañana de navidad, al ver que todos le dieron regalos pero que él no había dado nada a nadie. Les cuento esto, y pienso en los miles de pesos que se gastan en estas fechas, con el esfuerzo y trabajo de tanto tiempo, y cuyos algunos de esos obsequios, pasan inadvertidos, prácticamente tirando a la basura nuestro recurso, y sobre todo, nuestra intención de regalar.

A una compañera de trabajo, le tocaron unos chiltepines en un intercambio del área. A mí me tocó un cuaderno. Pero en el mismo intercambio, alguien se llevó una maquina de capuccino y quién sabe que otras cosas. Definitivamente, creo que la acción de regalar está sobrevalorada y la hemos mecanizado al simple hecho de dar por dar. Yo misma he cometido esos errores con mi hijo frente a otros niños, pensando que si no le daba el regalo más grande o más caro eso le restaría valor al momento y a su persona frente al ámbito social.

Quisiera ser menos romántica y decirles una lista de cosas fabulosas que nadie rechazaría en lugar de lo que les diré a continuación: obsequiar debería ser una aventura, tanto para quién regala como para quién recibe. Imaginen que a alguien le regalaran un chocolate, una solo pieza, pero que fuera aquél dulce que no ha probado en años, ese que comía de niño, y que de repente, al morderlo, le diera un tornado de recuerdos hasta conmoverlo a las lágrimas. Ese, mis amigos, sería uno de los más maravillosos regalos recibidos. A veces hay regalos maravillosos que son coincidencias y en otras, son todo un viaje de búsqueda a raíz del amor y la complicidad de aquél que desea obsequiar algo para ver inmensamente feliz a quién le regala.

Les deseo feliz navidad, y sobre todo, que iniciemos ese viaje por encontrar entre el mar de todo lo que se toca, aquellas cosas que pueden regalarse y de verdad, alcanzar sensaciones tan profundas y hermosas, como solo un mágico regalo puede hacerlo.


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