Refracción es una columna semanal y se publica todos los jueves en Proyecto Puente
Se trata de una nota más. De alguién más que murió hace unos días. De tener de nuevo Internet inundado de videos e imágenes de protestas por injusticias… ya saben de esas pacíficas que luego terminan en tragedia y revueltas por una minoría identificada que aprovecha el momento. Se trata de más Podcasts de análisis político condenando las conductas de los líderes de gobierno. Se trata de más discursos con lágrimas por parte de la familia de la víctima. Se trata de, nuevamente, marcas poderosas de productos y servicios publicando anuncios en contra de lo que está mal y uniéndose a la angustia del momento. Esto se trata de nuevo sobre artistas y figuras influyentes poniendo cuadros negros es sus redes sociales. Esto es sobre un ex presidente escribiendo en su blog para motivar con esperanza a jóvenes activistas. Se trata de nuevo de personas que genuinamente creen que son superiores a otros por las diferencias. Es acerca de un presidente que gobierna desde Twitter. ¿Qué más puede asombrarnos o incomodarnos hasta la médula si es que ya estamos acostumbrados a esta rutina interminable de acciones frente a escenarios tan increíbles? Tan solo míreme: aquí estoy escribiéndole desde mi escritorio, en mi laptop de once pulgadas, con un té chai, en el segundo piso de mi casa con este aire de opinóloga intelectual que me cargo. No soy una activista, sin embargo. Aquí estoy también yo.
¿Será verdad que podemos pensar eso de que los buenos somos más? He visto demasiadas series y películas de conspiración como para poder dudar que todo lo que sucede a nuestro alrededor es obra de la casualidad. Quisiera no pensar que existe alguna mente maquiavélica moviéndo los hilos de las cosas que suceden y tomando el tiempo de las tragedias para lanzar la que sigue, como si se tratara de un plan de marketing. Déjeme pensar que existe el cauce normal de los acontecimientos, y sin embargo, este 2020 parece haber sido escrito por Tarantino.
Al parecer, nosotros (esta generación y las otras en escena) no hemos encontrado la forma de asegurar condiciones adecuadas para el respeto de las garantías básicas entre la misma raza humana. Y mientras escribo, sucede una epifanía, porque mi mente desea inventar rutas conocidas en medio del caos. Porque este texto necesita un giro esperanzador que diga que al final de la historia hay un final feliz, porque… porque yo también lo necesito.
Entonces, me invento lo siguiente: que están por venir aquellos y aquellas que con furia y sin piedad destrozarán las estructuras ideológicas que nos separan de una convivencia armónica y la diferencia en el color de nuestra piel será solo un elemento más de valor para referirnos al orgullo de nuestras raíces, que están por llegar esos y esas que con furia desaparecerán las cadenas sociales y los yugos de la injusticia, que están por surgir nuevos humanos cuya furia se transfigurará en cambios sociales de paz a través de nuevas narrativas con ejemplos vivos y poderosos basados en su memoria histórica y entonces dejarán de ser solo frases y palabras que tomarán su lugar correspondiente en los códigos de honor de lo cotidiano para reconstruir un sistema, una ciudad, una comunidad, una familia, un alma colectiva.
Hoy es un buen momento para recordar el Artículo 2 de la Declaración sobre la Raza y Prejuicio Racial de 1978 publicada por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO). Ojalá que la furia de los que vienen, venga con estas pancartas por delante:
“Toda teoría que invoque una superioridad o inferiordad intrínseca de grupos raciales o étnicos que dé a unos el derecho de dominar o eliminar a los demás, presuntos inferiores, o que hagan juicios de valor basados en una diferencia racial, carece de fundamiento científico y es contraria a los principios morales y éticos de la humanidad.”
“El racismo enlgoba las ideologías racistas, las actitudes fundadas en los prejuicios raciales, los comportamientos discriminatorios, las disposiciones estructurales y las prácticas institucionalizadas que provocan desigualdad racial, así como la idea falaz de que las relaciones discriminatarias ente grupos son moral y científicamente justificables, se manifiesta por medio de disposiciones legislativas o reglamentarias y prácticas discriminatoria, así como por medio de creencias y actos antisociales; obstaculiza el desenvolvimiento de sus víctimas, pervierte a quines lo ponen en práctica, divide a las naciones en su propio seno, constituye un obstáculo para la cooperación internacional y crea tensiones políticas entre los pueblos; es contrario a los principios fundamentales del derecho internacional y, por consiguiente, perturba gravemente la paz y seguridad internacionales.”
“El prejuicio racial, históricamente vinculado a las desigualdades de poder, que tiende a agudizarse a causa de las diferencias económincas y sociales entre los individuos y los grupos humanos y a justificar, todavía hoy, esas desigualdades, está totalmente desprovisto de fundamento.”
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