Ahí estaba yo, de frente a la hoja en blanco. Nerviosa. El encuentro frente al color y al papel después de años de no hacerlo. Lo más difícil es iniciar a “explorar” como dice la maestra. Ese eterno estigma de no querer cometer errores se va agudizando cuando tomas un taller de acuarela.

La maestra nos decía: hay errores que se controlan. Para eso sirve la técnica.

La técnica «transparente» de la acuarela implica la superposición de lavados finos y se basa en la blancura del papel para obtener sus efectos y los toques de luz. A medida que se superponen más lavados el color se hace más profundo. El color de la acuarela se puede modificar añadiendo o quitando agua, usando pinceles, esponjas o trapos.

El agua es la protagonista.
La acuarela requiere del artista seguridad en los trazos y espontaneidad en la ejecución, ya que su mayor mérito consiste en la frescura y transparencia de los colores.

Otra cosa que me llama mucho la atención del mundo de la acuarela, es que trabaja con la energía del agua. Ya les iré contando como me va con mi taller.

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