La noche de anoche, casi no dormí. Reflexionando sobre mil cosas. Argumentando. Escuchando. Debatiendo. Exponiendo puntos de vista. Una de las líneas más recurrentes de la noche era sobre la cuestión profesional de las mujeres. Hasta dónde establecemos los límites y qué significa esa dimensión en nuestra forma de mujer? Después de largos meses de acompañamiento, mi amiga y yo avanzamos en varios puntos. Ahí en el piso 8, por encima de todo, en la noche, establecimos un compromiso: nuestro trabajo es valioso, y para nosotros es importante. Con eso debe de bastar para todo lo demás.
Después de un largo día, el espacio del hotel nos inspiró a mi amiga y a mí a observar la ciudad desde la hermosa vista.
-Cuánta cosa pasa allá abajo- pensé.
Nos acostamos acomodando las almohadas entre nosotras y con una copa iniciamos una sesión de casi 5 horas ininterrumpidas de charla. La necesitábamos.
Pienso que todo en este mundo se rige por pasiones.
La pasión de las mujeres en el campo profesional es algo que necesita encontrar nuevos espacios de respiro. Nosotras debemos ser las primeras en buscar el equilibrio con nuestras otras dimensiones que hay en nuestra naturaleza femenina. E incluso, hacer las paces con nuestro aspecto masculino.
Precisamente, antes de que llegara la noche, platicaba sobre el equilibrio. De cómo es necesario el equilibrio en nuestras vidas. De nada sirve ser exitosa si no tienes con quien compartirlo. Pero tampoco puedes compartir tu vida con alguien con quién tu éxito puede ser causa de distancia y fronteras. Tal vez estoy medio dispersa por la desvelada. Lo cierto es que la noche de anoche, fue sumamente especial.
Al estar ya en cama, para dormir, mi mente y mi corazón estaban a kilómetros de distancia. Pensando, que, el mundo es afortunado cuando se llena de amor y de dulces palabras, esas que duermen con las horas de un día como éste. Con la rima de todas ellas.
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