Salimos a cenar mi comadre y yo. Querétaro de noche. Tranquilo, hermoso.

Cómo siempre, Griselda me da cátedras de temas tan importantes y privados que solo se conocen a través de 25 años de amistad. Nos sentamos al aire libre, con un vino rico, escuchando el cuarteto cubano de jazz que tocaba en la plaza dentro del Festival Internacional de Jazz de Verano de Querétaro.

Hablamos de mí, de ella, de nosotras. De la vida. De la adolescencia, de los trabajos, de la familia, de las coincidencias que no son accidentes, del amor, del futuro, del pasado, del presente…

Dimos gracias por nuestras vidas en el aquí y en el ahora. Y luego llovió. Inmediatamente nos pusieron una sombrilla y como si estuviéramos en una película de esas de romance antiguo, el olor, el aire, la humedad, todo se abrazó a nuestra platica que me brindó luz y nuevas formas de ver los próximos años de mi vida.

Querétaro de la mano de mi querida amiga Gris, es un remanso de paz, de redescubrimiento interior y sobre todo, de establecer contacto con lo que uno desea.

No hay necesidad, pero lo diré solo por protocolo: las grandes amistades al igual que los grandes romances ni el tiempo ni la distancia los separan, solo los fortalecen. Si son tan afortunados como yo, tendrán una Griselda en su vida, que los conocerá más aún de los que ustedes mismos lo hacen y será una brújula y un oráculo para ajustar sus velas siempre que sea necesario.

Te amo, amiga de mi alma.

Por cierto, deliciosa la cena. Pueden consultar la página del Restaurante 1810 dando click aquí. 

El vino que probamos pueden consultarlo aquí: Mundano. Esos de Baja California están imparables, caray.

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