La primera Guerra Mundial, conocida como la Gran Guerra es considerada como el quinto evento más mortifero de la humanidad, fue declarada terminada operativamente a las 11:00 hrs. del día 11 de noviembre de 1918. Ese día, ha sido establecido para Estados Unidos como el Día de los Veteranos. Después de esa guerra, el mundo sufrió un nuevo equilibrio politico, una gran transformación social y consecuencias que nos alcanzan hasta nuestros días. Después de esa primer guerra, no era difícil que viniera la segunda. Y entre hippies y mujeres que marcharon con brassier en mano, surgió la Organización de las Naciones Unidas, para asegurar que nunca volviera a existir una guerra. De la ONU se desprende la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que actualmente dirige Irina Bokova, y la cual dicta documentos y marcos que guían en gran medida el trabajo de la gestión cultural en el mundo.
El lema principal de la UNESCO es el de construir la paz en la mente de los hombres y mujeres, ya que es en la mente donde inician las guerras.
La noche del martes fue una histórica. A medida que veía el termométro del New York Times y mientras Estados Unidos se pintaba de rojo, yo tuiteaba y tuiteaba como loca. Pensaba para mí misma: -esto no va a pasar, la ONU va a hacer una llamada, el Papa, cualquier persona coherente para detener esto…- Cuando ella perdió el último estado clave para poder ganar y ví que León Krauze dijo –se acabó- sentí un hueco en el estómago y empecé a tuitear enfurecida.
Después, vino la mañana. Sentía como si hubiera pasado una larga batalla, postwar. Sentía los brazos flojos y sin dolor ya, así como anestesiada, puse en mi album de recortes que tengo en facebook, la portada del New York Times con el triunfo de Trump. Enseguida vinieron los mensajes de la perdida de Clinton. Las fotos en el Instagram de la Revista Time y una cascada de analistas y expertos que confesandose en redes buscando perdón con la frase: -¿Pero en qué nos equivocamos?-…
Estoy leyendo un análisis quirúrgico de El País dónde dice que el republicano obtuvo mayores sumas de votos en los lugares donde más del 75% de la población blanca carece de un título universitario, especialmente en el medio Oeste y en todos los estados que hacen frontera con México, a excepción de California, dónde las minorías son mayoría… Trump tampoco ganó en lugares con más de 1 millón de habitantes y definitivamente Washington D.C. le dijo que no, con solo 4.1% de apoyo. Un dato muy interesante es que de los 27 estados que no tienen salida al océano, Clinton ganó solo en 5.
Hay un texto del libro Puerto Libre de Angeles Mastrettta que me gusta mucho, donde se menciona la niñez de la autora en Veracruz, mientras esperaba a que llegaran los barcos con mercancía exotica del mar. Las imagenes de esa niña esperando en el puerto por descubrir cosas nuevas se me quedo muy grabada. Saber que el partido democrata fue preferido en los lugares del país donde hay salida al oceáno (con excepción de 5, de los cuales no quiero hablar) me dice solamente que para la comprensión de un orden armónico mundial, es necesario estar cerca del océano… porque del mar llega lo diferente, lo desconocido, la adaptación, las conquistas, que si bien duelen a veces, traen consigo nuevas fusiones que en ocasiones son necesarias para la evolución y la historia.
Saber que en este momento, hay niños en las escuelas norteamericanas que critican a otros pequeños por su color, su raza, sus creencias, su origen, su economía, me hace sentir nauseas y me enfurece. No soy experta en análisis del poder, soy gestora cultural y mi trabajo se basa en el brillo de la diversidad como actor principal y como motivo de orgullo e identidad; dónde las diferencias de pensamiento, ideas, de percepción de la estética, humor, religion, no son un obstáculo para la vida en conjunto, si no al contrario, mi trabajo es ayudar a exaltarlas y maravillarme con lo peculiar.
No soy analista ni intérprete del poder, ni sé de las caídas de las bolsas o de los acuerdos de los sistemas, lo único que sé, es que estamos frente al poder más grande, despiadado y alarmante de los últimos años, y no es Trump en sí, sino el odio de quienes esa noche prefieron votar por un tipo que prometía venganza y discriminación (disfrazados de exigencia de bienestar económico) antes que elegir a una mujer que promovía inclusión… El problema no fue si Hillary era quien debía ser candidata o no, el problema es que uno de los países más poderosos del mundo votó por un títere que ofrecía supremacía frente a la diferencia y que muchas personas sienten y creen que eso, está bien.
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