Refracción es una columna semanal, se publica todos los viernes en Proyecto Puente
“Tienes la necesidad de que otras personas te aprecien y admiren,
y sin embargo eres crítico contigo mismo.
A veces eres extrovertido, afable y sociable,
mientras que otras veces eres introvertido, extrovertido, precavido y reservado.
Algunas de tus aspiraciones tienden a ser bastante irrealistas.”
– B.R. Forer sobre el efecto Barnum.
¿En qué momento se nos dijo por nuestros padres, maestros y sociedad que desear ser admirados está mal? ¿En qué momento la vanidad se convirtió en un tabú? (si, bueno de acuerdo con lo del pecado capital, pero vamos, aceptemos de una buena vez que la vanidad es algo necesario, incluso para el Dalai Lama que a mí no me engaña, esa cuenta suya de Instagram tiene varias intenciones de marketing.
Admítalo, usted y yo tenemos un showman dentro. Todos deseamos en mayor o menor medida recibir una gran ovación y algunos lo haremos por fama, otros por adrenalina, ambición o bien, intenciones tan diversas, como diversa la mente de cada quién.
Hace poco fui al cine a ver The Greatest Showman, película basada en el personaje de Phineas Taylor Barnum, interpretado por Hugh Jackman y el cual tiene un lugar en la historia por haber fundado el Barnum & Bailey Circus . Barnum, conocido como un maestro del engaño en el mundo del entretenimiento es presentado en esta versión desde el lado romántico de la esencia del espectáculo y que va integrando un elenco diverso: todos con características de rechazo social por su apariencia, y esta exclusión es manejada por la producción como “rasgos exóticos y únicos”, a los que se le agregaron algunos toques de exageración, usando elementos falsos para incrementar el morbo, justificado en el anhelo del público por creer en la fantasía.
Luego hay una parte sarcástica desde mi punto de vista: el crítico de arte, ese que se pasó toda la trama validando o no el proyecto de Barnum y buscando la objetividad, termina comprando lo que el empresario le vendía: la celebración de la humanidad.
Dicen que Barnum, era un genio en la manipulación psicológica. Paul Meehl acuñó la expresión ¨Efecto Barnum¨ basado en la reputación del cirquero y tiene que ver con la validación subjetiva. Luego Forer, hizo investigaciones para comprobar que en efecto, todos tendemos a aceptar cosas cuestionables, incluso falsas acerca de nosotros mismos, siempre y cuando podamos considerarlas positivas o halagadoras. El tema es tan rico y complejo que lo invito a que ingrese en su buscador las palabras claves de esta columna y lea este fin de semana sobre todo esto.
Déjeme le cuento que últimamente he andado de astróloga. Haciéndoles cartas astrales a mis amigas y compañeros de trabajo, les hablo de las posiciones de los planetas y también les digo dónde estaba la luna cuando nacieron. Si no me cree, revise mi Twitter y mi Instagram… ¡Ah!, olvidé decirles que parte de lo que el efecto Forer-Barnum estudia, es sobre la tendencia de las personas a creer en la astrología, adivinación, auras, etc.
Mi estimados amigos, en tiempos como éstos, uno se tiene que agarrar de lo que sea para creer en la esperanza de que todo va a estar bien. Mientras el Papa Francisco hace videoconferencia con el equipo de la NASA para conversar sobre el universo, el Dalai Lama lanza una aplicación móvil… entonces no me juzguen por andar diciéndoles a mis amigos lo importante que es que Saturno se haya ido de Sagitario este año.
Les deseo un gran 2018, hagan y crean en todo aquello que los haga felices. Que tengan el mejor show de todos.
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