Nokta, Hablemos de Cultura es una columna semanal y se publica todos los domingos en Tribuna del Yaqui.

“Guillermo del Toro se inspira en viejas películas, cómics, arquetipos míticos y su propia e inquieta imaginación visual para crear películas que parecen menos hechas que descubiertas, como si las hubiera sacado del éter cultural y les haya dado color, voz y forma.” Así cierra su primer párrafo de reseña The New York Times para abrir su opinión sobre la película “The Shape of Water ” (La forma del agua).

En todas sus declaraciones en prensa, el director parece traer una consignia, cada vez que le preguntan cómo logra ese exquisito, inquietante y poderoso equilibrio entre las diversas emociones que nos hace sentir (en especial sobre el asunto de los monstruos, la parte oscura y la magia, la luz) él siempre contesta: porque soy mexicano.

La película expone por supuesto, el tema candente: la discriminación y sus efectos entre los personajes. Cuando los medios entrevistan al director y sacan el tema de su forma tan peculiar de exponer la otredad, Del Toro los interrumpe de manera seca pero amable, con esa diplomacia irreverente que lo caracteriza: “Soy mexicano, he sido la otredad toda mi vida. Cuando paso por la aduana nunca he sido otra cosa”. Y cómo omitir su increíble discurso en los Globos de Oro al ganar como mejor director: “Desde la infancia he sido fiel a los monstruos, he sido salvado y absuelto por ellos, porque yo creo que los monstruos son santos patronos de nuestra dichosa imperfección y ellos permiten y encarnan la posibilidad del fracaso y vivir.”

El viernes pasado mis amigas y yo fuimos al cine a ver la película. Pasamos por todas las emociones y sensaciones que la obra proponía. Salimos emocionadas y continuamos conversando sobre lo que habíamos visto durante toda la cena.

Fascinada por las sensaciones que logra provocar, creo que unos de los momentos más destacados (que a mí me gustaron) fue la escena en dónde la protagonista le pide a su amigo que repita en voz alta lo que ella le dice. Ese momento, es tremendo.

Ambientada exquisitamente en la frontera mística de 1962, con una fotografía, sonidos, estímulos y ritmo increíbles, esta obra de arte muestra al mundo un fragmento, apenas un pedacito de lo que es la imaginación mexicana. Gracias Guillermo Del Toro.

Foto: Holywoodreporter.com

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