El truco está en el oxígeno. Una clase de natación para la vida.

La última vez que tomé clases de natación tenía 9 años o 10, no recuerdo. Pero fue antes de entrar a la secundaria.

Había querido durante mucho tiempo coincidir en clases de natación ahora a mis 35 y finalmente pude, antier tuve mi primer clase después de muchos años.

Todo parecía que iba a sabotearme de nuevo y que no iba a tomar el curso. Lo que pasa es que ya me había inscrito muchas veces y no iba. Pretextos, pretextos y pretextos.

Una vez hasta me compré el traje de baño. Estuvo guardado desde el verano pasado en una maleta.

Bueno, casi no llego a la clase. Tuve una junta en el campus que está cruzando la ciudad y aún no tenía ni mis lentes ni mi gorro. Había subido al carro mi maleta de cambio de ropa y mi toalla solamente por pura fe.

Fui a la tienda de la universidad y compré sin amor el gorro dorado que quedaba (así es, dorado) y los lentes que nadie quiso y que estaban ahí esperándome.

Pasé por la alberca. Y como que por instinto me fui de largo hasta que una amiga me vio y me dijo: Qué bueno que entraste! vente a calentar! y de repente me ví sin pretextos. Fue hasta que me estaba cambiando que me dije ¨ Nunca había llegado tan lejos con mi intención de entrar a la clase ¨ me entró una ansiedad de esas de las que te dan cuando te das cuenta que hace mucho tiempo no te pones traje de baño y que la alberca está profunda.

Mi maestra se llama Selene y es maravillosa. En el curso hay desde adolescentes hasta señoras con nietos. Y yo. La maestra es clave para que yo esté enganchada con mi curso. Tiene un gran sentido del humor y nos hace sentir seguras. Nos motiva y nos agarra con el gran gancho cuando nos hundimos.

Antes de irme a mi clase, quería venir a decirles lo más importante que aprendí de mi maestra en mi primera sesión de natación en esta nueva fase de mi vida:

Todo se basa en la respiración, si controlas tu oxígeno puedes hacer lo que sea, porque tu cuerpo flota naturalmente, es cuestión que no te pongas tensa y te relajes, confía en el agua y en tus instintos,  suelta el cuerpo y no te olvides de respirar, saca el aire por la nariz con tranquilidad y toma grandes tragos de aire por la boca. Si te estresas, te hundes. Si sientes miedo, agárrate de la orilla, hasta que te sientas segura de soltarte. Nunca te olvides que no estás sola… no te vas a ahogar, porque aquí tengo este gancho para rescatarte, y de ser necesario yo misma me tiraré al agua por tí. Así que no tengas miedo y confía en tu cuerpo, pero sobre todo, no te olvides de respirar.

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