Ese día por la mañana envié un mensaje de audio de whatsapp a Ramsés, diciéndole: “Por favor dales un mensaje a los chicos de mi parte, ya que no he podido verlos para desearles buena suerte.” El director de la obra y yo habíamos tenido encuentros intensos relativamente normales entre creativo y productor, pero el último agarrón estuvo fuerte y fue un día antes de estrenar la primer obra escénica concebida, diseñada, escrita y adquirida especialmente para ITSON. 
Por lo general, no suelo escribir de mis eventos de trabajo en este espacio, pero este caso vale mucho la pena. 

No voy a hablar del eterno debate entre el desarrollo creativo y la administración cultural. No hablaré del caos en el que a veces se convierte el intentar equilibrar las propuestas y métodos del arte con la rigidez y delimitaciones que integra la gestión de una producción desde la administración. Hablaré solo del día 3 de febrero. 

Cuando se trabaja en la agenda cultural de cualquier organización e institución, el momento cumbre de todo el esfuerzo previo y posterior es por supuesto el evento como tal, aunque muchas veces se nos olvide o la misma rutina nos desgaste tanto que dejemos de disfrutar lo que sucede frente a nuestros ojos por el agobio de tanto trabajo y tiempo extra. He aprendido de la manera dura que a veces alguien tiene que tomar el personaje sangrón del proceso y he sentido que en este caso en particular, me ha tocado serlo a mí. 

El proyecto de “Nos veremos en los campos de trigo” atravesó todas las complejidades que puedan imaginarse. Con un director foráneo, que además de adaptarse al contexto sonorense tuvo que adaptarse a un sistema esquemático como lo es ITSON o cualquier Institución de Educación Superior, Ramsés llegó aquí desde un sistema libre y rebelde como lo son los proyectos independientes y emergentes. 

Frente a él, una coordinadora agotada y saturada que intentaba aplicar lo que su jefe anterior le decía: “Tu papel es ayudar a que las cosas sucedan” y en medio de ellos dos, un grupo de alumnos universitarios entregados a un proyecto a quienes yo solo había visitado una vez en todo su año de ensayos y que tampoco acudí a su pre-estreno. 

Mi mensaje de audio era: “Quiero decirles, que a nombre del equipo de producción, estamos sumamente agradecidos y emocionados por lo que va a suceder esta noche y que hemos trabajado enormemente para este día, y que si nos presentemos ante 50, 300 u 800 personas, el valor será el mismo porque nosotros no trabajamos para el rating, trabajamos para el arte y el desarrollo cultural. Los felicito y deseo que disfruten, porque no todos los días se tiene un estreno.” 

Cuando terminó la función, giré con Saúl, el dramaturgo, con quien estaba sentada en el público y le dije: “Gracias, gracias por este regalo.” El recinto Dr. Oscar Russo Vogel estaba lleno, como hace mucho yo no veía para un evento de teatro. Mucho menos para teatro universitario. 

Con un público que aplaudió de pie a jóvenes que pisaban por primera vez el escenario bautizamos a el grupo de “La Coyota Escénica”, con la propuesta por delante de voces honestas y un trabajo escénico que no era de plástico, sino que estuvieron al nivel de sinceridad de una obra que respiraba a través de sus poros. 

Este proyecto llegó a mí y a mi equipo gracias a la gestión del maestro José Paz, un visionario, complejo de entender por supuesto como todo visionario lo es, pero completamente comprometido con el desarrollo cultural. 

“Nos veremos en los campos de trigo” es un trabajo escénico universitario, que tuvo una noche mágica, llena de expectativa y de carga emocional. Los actores, quienes a reserva de la obvia brecha que se cerrará con los golpes de las tablas, disciplina de ensayos y experiencia, se mostraron como gigantes al exponer su realidad sin fingir que eran artistas experimentados. 

Esa noche, ví como un puño de universitarios daban una gran lección a nuestra rutina cultural. “Nos veremos en los campos de trigo” es oxígeno puro para el arte escénico de esta ciudad y estoy segura que hablo por todo el equipo al que pertenezco, que ha sido un honor ser parte de esto. 

Felicidades maestro Ramsés por que el grupo es un reflejo fiel de su director. Larga vida a la nueva y grande “Coyota Escénica”.

  

    
    
    
    

  
   
   

 

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