El sábado pasado visité el MUSAS, la exposición de Grandes Maestros está por regresar a su hogar en el Museo Carrillo Gil. 

Estaba por llover esa tarde en Hermosillo. Pero nadie lo sabíamos. Bueno, al menos yo no lo sabía. El sol era fuerte y el ambiente quemaba. Cuando entré a la sala no veía signos de lluvia. 

Acababa de comer con un gran amigo, mi querido Luis Alberto y mi sensibilidad estaba a flor de piel. La charla que tuvímos fue honesta, sincera, emotiva y sorprendetemente inesperada. Estoy muy agradecida por eso Luis. Así que cuando inicié a visitar la exposición yo traía el ojo medio húmedo. 

Grandes Maestros en MUSAS no es una exposición sencilla. Para mí fue complejo descifrarla. Será por que la escuela mexicana de pintura toca llagas y heridas que no han cerrado en nuestra cultura. 

Ví mujeres. Ví política. Ví rostros. Ví ventanas a lo que somos como contexto actual. 

Cuando terminé las salas y salí al pasillo ví las grandes nubes negras  y escuchaba los relámpagos. El viento era fuerte y hubo una especie de tormenta de arena. 

Lo que hay en MUSAS, en los Grandes Maestros es una energía extraña. No estoy segura si es melancolía, coraje, sarcasmo, poder, belleza o todo junto. 

Lo único que recuerdo es la fuerte sensación sobre un pasado que me parece tan cotidiano… 

   
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
 

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