Cuando estaba más chamaca, durante mucho tiempo a través de la danza, de mis 16 hasta los 24 años, tuve maestros y maestras que me enseñaron técnicas y movimientos para conectarme con mi cuerpo, para ejercitarlo, para lograr colocación y para poder fluir en el movimiento. Las lecciones integraban elementos del ballet, yoga, pilates, entre otras muchas formas y estímulos. Yo era feliz. Yo podía hacer la mayoría de las cosas. Algunas me daban miedo, otras no me salían, pero yo le daba. Sentía que era mi obligación por competencia ser más flexible, sostener más, girar más, bailar mejor. Yo no sabía el tesoro que estaba experimentado al poder mover mi cuerpo de diversas maneras, para mí era solo: “dale más, abre más, más estética, más memoria, más, más, más”… luego, nació mi hijo y le dediqué mi tiempo y mi vida a él y a mi trabajo, y entre las muchas cosas que olvidé, se fue también la conexión con mi cuerpo…

Intenté mucho y por distintas formas reconectarme con mi movimiento personal. Pero mi mente relacionaba el ejercicio con cardio, sudor, dificultad y retos, con sufrimiento, con dedicarle 3 o 4 horas diarias como lo hacía cuando bailaba y daba clases de danza, lo relacionaba con “más, más, más”, si no era de la forma que yo conocía, no me sabía y llegué a sabotearme permanentemente bajo ese pensamiento. Así que siempre que intentaba iniciar, yo me desanimaba mucho porque mis condiciones ya no eran las mismas de mis veintes… mi cuerpo estaba cambiando, pero lo único que yo procesaba era: “no me veo ni me siento como antes”.

Intenté con un entrenador personal de gimnasio (que me enseñó mucho y comprendí muchas cosas importantes) pero había algo que no me terminaba de conectar, seguía metida en mi drama de que tenía que hacerlo como antes y el camino me parecía largo, distante. Llegué a levantarme durante varios meses a las 4:30 am para ir al gimnasio de 5:00 a 6:00 am para estar en mi casa a las 6:30 y bañarme, levantar a mi hijo, desayunar y estar a las 7:30 am dejándolo en su escuela y llegar a mi trabajo a las 9:00 am. Luego descubrí que podía bañarme en el gimnasio y arreglé mover un poco mi horario de trabajo de la mañana. Pero seguía corriendo. Seguía sufriendo trabajar con mi cuerpo. Mientras tanto, intentaba hacer yoga por mi parte los fines de semana, tratando de encontrar aquello maravilloso que yo escuchaba decir tan apasionadamente de varias personas. Igual, seguía creyendo que tenía que hacer lo más difícil para que hubiera un efecto notable y por supuesto, me desanimaba porque no podía…de nuevo.

Entonces, después de muchos intentos y desanimos, llegó un momento hermoso donde entendí varias cosas y reconecté… no sé cómo sucedió exactamente, tal vez fue de tanto escuchar a Mía Astral sobre como le cambió la vida el yoga y sus clases de que nuestro cuerpo, era una herramienta necesaria para la espiritualidad y la intención… una vez la escuché hablar de su intensa experiencia con un desorden alimenticio y de cómo comprendió que para cumplir su misión de vida en este momento, tenía que conectar con su cuerpo para poder acceder a la intuición y escuchar su voz interna, porque la certeza está dentro de nosotros, solo que silenciamos a nuestro cuerpo con cosas y no podemos escucharlo… Nuestro cuerpo es como un radio que toma la frecuencia de nuestra alma pero para ello debe encontrar el camino libre… nuestro cuerpo físico tiene ciclos, y el tiempo es parte de nuestro viaje con él….entonces decidí cambiar mi narrativa interna y comencé a repetirme lo siguiente:

“Mi cuerpo y mi energía no están en el mismo lugar de hace años… mi cuerpo sigue aquí, conmigo, sosteniéndome y hemos atravesado miles de cosas juntos y es injusto que a mis 39 años no le conozco aún lo suficiente… no sé qué necesita mi cuerpo, no sé qué me pide, no sé cómo conectarme con él…

Aquí y ahora: ¿qué necesita mi cuerpo hoy de mí?”

Entonces pasó algo muy lindo, cuando acepté que el pasado estaba en el pasado y que ese cuerpo y esa energía de mis veintes ya no me pertenecían, abrí la puerta de mi presente y mi cuerpo salió a recibirme. Llevamos semanas haciendo yoga de una forma DELICIOSA… les cuento.

Un día me dije a mi misma: del universo de cosas que hay en YouTube, tengo que encontrar a la maestra indicada. Tengo que encontrar a ese ser humano que me ayude a conectar con el yoga. Y apareció Adriene Mishler. Una actriz, escritora, emprendedora y maestra de yoga certificada de Austin, Texas. Su canal tiene más de 7 millones de usuarios.

Con mucho miedo, hice la primera clase. No puedo describirles lo que sentí. Mi cuerpo inició a hablarme en cada movimiento. Adriene me hizo sentir que me estaba tomando de la mano y guiándome con mucha suavidad y además, dando en el blanco, en los puntos correctos. Sentía que mi cuerpo había estado en la sombra durante tanto tiempo y de repente, como una tortuga en un estanque, alzaba el cuello hacia el sol. Fue maravilloso. Todo me dolió. Todo. Pero encontré las respuestas correctas para lo que me hacía falta.

Hace mucho que no sentía esas ANSIAS y GANAS de pasar tiempo a solas conmigo estirándome, ejercitándome, disfrutando. Y a veces me descubro a mi misma diciéndome: “y pensar que esto no es ni el 30% de lo que hacías en tus veintes, tan fácil y nunca lo valoraste así…” pero luego me cacho y me repito: “aquí y ahora, mi cuerpo está aquí hoy y esto es lo que puedo hacer y ahora si puedo valorarlo, así que no hay movimiento pequeño, no hay respiración que no valga.”

Es que ahora HABLO con mi cuerpo y ahora COMPRENDO cuál es la esencia del yoga. Mi cuerpo está respondiendo, está platicando conmigo.

Todos los días, sudo, me tiembla el cuerpo, y digo “ay” porque mi territorio se estira de formas intensas y extrañas… y eso que no estoy haciendo nada extravagante ni exótico… simplemente estoy hablando y dándole amor a mi templo. Ya no lo veo como ejercicio, lo veo como darle amor a mi cuerpo… como una cita para conectarme, para encontrarme y cuando no lo hago, cuando dejo pasar un día, lo extraño y mi cuerpo me dice que si dónde estoy.

Cada día estoy aprendiendo más y me siento sumamente enamorada de este proceso. He vencido mi diálogo interno que me tenía atada a mi viejo patrón y que no me dejaba avanzar en esa área por EGO, por miedo, por rutas neuronales probadas, por lo que quieran, pero yo no me estaba habitando.

Somos movimiento y por lo tanto, estaremos siempre en nuevos lugares… haz la paz con eso.

Hacer ejercicio no es para demostrar que estás más delgada o más fit. Hacer ejercicio es un acto de amor para tu cuerpo, ese que te lleva, te trae, te soporta, te protege… y como a todo lo que se le aplica amor, tu cuerpo también florecerá en las formas que deba florecer.

Ánimo. Llevo haciendo Yoga diario, al menos 30-40 min diarios durante tres meses y me siento maravillosamente. No lo estoy haciendo para que me quede la ropa, lo hago para mi sangre, mi hígado, mis pulmones, mis rodillas, mi mente y corazón… lo hago para abrir el camino a mi intuición y mi voz interna. Para escuchar lo que mi alma tiene que decir y callar mi mente por un momento. Nuestro cuerpo posee información sagrada y está ahí disponible para nosotros. Solo hay que dejarla fluir.

Y eventualmente, con mucho amor, la forma de mi cuerpo encontrará su propia forma de florecer.

Estoy en ese proceso y muy feliz.

Ojalá se den una oportunidad con el Yoga y encuentren aquello que les haga sentir maravillosamente bien.

Yo estoy emocionada. Mucho.

https://www.youtube.com/user/yogawithadriene

https://www.pinterest.com.mx/erikatamaura/body-mind-soul/yoga/

5 de abril de 2020, primer texto.

19 de junio de 2020, edición.

Erika Tamaura Body, mind & soul.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *